Y yo, que he sido tu peor error, me quedo con la sensación de no tener las cosas claras.
Estoy tan cansada de la misma historia, estoy tan harta de tu inmadurez que algún día tengo claro que viviré sin ti. Es más, lo necesito, necesito olvidarte, necesito sacarte de mi cabeza, pero te quiero y que no me hables me está matando por dentro. Sabes que te echo de menos cuando no han pasado ni dos horas, y tú nada, sigues en línea y lo dejas pasar. Venga, que nos conocemos, ¿por qué lo haces? ¿te gusta jugar conmigo o qué? ¿qué pretendes con todo esto? Cuando se juntan dos orgullosos, como tú y como yo, tenemos que poner de nuestra parte, venga, otra vez he sido yo la que te he tenido que hablar. Si por ti fuera no hubiera existido en estos meses, pero no, ya me has dicho lo mucho que me quieres. La primera vez claro, porque ahora y tú a lo tuyo y yo a lo mío. Es lo de siempre, tú diciéndome que me quieres y yo queriéndote creer. Y dirás, ¿por qué no te creo? porque, ¿ves? me acabas haciendo lo mismo de siempre. El primer día me hablas a todas horas, me ilusionas, me haces creer que no me has olvidado; el segundo, casi lo mismo, y digo casi porque esta vez soy yo la que tengo que insistir en buscar un tema de conversación. Las muestras de cariño cesan. Y aquí me ves, tercer día, todo a la mierda por un te quiero vacío. Vaya, gracias, gracias por dejarme claro de nuevo que me utilizas cuando no tienes a nadie, en otras palabras, que soy tu último recurso. Si ya me lo han dicho, que las séptimas partes nunca fueron buenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario